Cuando hablamos de sorpresas solemos vincularlas a cosas o eventos agradables. Sin embargo, también existen otras sorpresas, las que nos hacen daño y nos dejan muy mal.
Cuando estás dolida, no oyes tu voz interior. Has bajado a la energía densa. Tu voz está ahí contigo hablándote, pero no la oyes. Estás perdida en una nube inesperada. No sabes lo que sientes: asombro, desconfianza, miedo, dolor, agonía, ansiedad, soledad o una mezcla de todas ellas. Todas son sensaciones nuevas que no hubieras imaginado hasta que llegó la sorpresa. No te lo puedes creer que te haya pasado a ti. No podías verlo venir. La sorpresa fue aplastante.
La impotencia del que ama se vuelve dolor, porque no sabe qué hacer para complacer. Cuando hieren tu autoestima, te encoges y entregas tu poder. Esto no debería ser. La autoestima ha de estar siempre por encima del 100%. Aquí hay que usar nuestro poder interno. No hay que rendirse ante lo que se nos presente. Somos seres invencibles. Pero tenemos que creerlo. Todo es posible y las opciones son infinitas. La herramienta más poderosa que llevamos con nosotros es la respiración. Aprende a usarla. Hay técnicas para todas las situaciones de la vida en las que nos encontremos, nos ayudan a vernos a nosotros mismos y a fortalecernos, a aclararnos la mente y el corazón para ver con claridad y sentir con alivio y firmeza.
Cuando a alguien querido le llega este tipo de sorpresa, no sabemos qué hacer para ayudar: aconsejamos, estamos encima creyendo que así la persona no se siente sola. Intentamos buscar maneras de distraerla y hablamos, hablamos, hablamos. Creemos que estamos ayudando y eso nos hace sentir bien a nosotros. De lo que no nos damos cuenta es que estamos tomando el espacio y tiempo de esa persona y la hacemos sentir sobrecargada.
Si de verdad quieres a esa persona, permítele procesar lo que le está pasando. Ofrécele tu ayuda incondicional. Dile que estás disponible para todo aquello que ella pueda necesitar de ti y que te lo diga cuando el momento sea apropiado. Dale espacio y tiempo, amor y apoyo. Hazle saber que estás ahí. Te lo agradecerá.
Recuerda, yo soy la fuerza de la vida y tú también.