La mayor parte de los humanos vivimos la vida como si no pudiéramos usar nuestros sentidos de una manera primordial para nosotros. Nos quejamos por todo y encontramos a alguien a quien culpar por lo que nos pasa, por nuestras carencias o indisposiciones personales.
Imaginad lo que descubriríamos si, en vez de mirar hacia fuera, miráramos hacia dentro. Si nos ponemos nosotros en el centro y observamos todo aquello que pensamos y hacemos. Si tomamos nota. Si después de días, meses o el tiempo necesario para cada uno, comparamos nuestros pensamientos con nuestros actos y todo lo que nos venga de nuestro entorno. Pronto veremos que lo que hacemos y recibimos encaja perfectamente en el guion de nuestros pensamientos. Y, si apartamos nuestro ego a un lado por unos momentos, nos daremos cuenta de que absolutamente todo fue creado por nosotros.
Nosotros somos los creadores de todo lo que nos pasa: lo bueno y lo malo. Sí, ¡todo el sufrimiento, al igual que las alegrías y los éxitos! ¿Cómo lo hicimos? Con una ley universal poderosa: la Ley de la Atracción. Muchos la conocemos, pero la ignoramos. La mayoría somos inconscientes de su existencia y solo la minoría la usa con efectividad.
¿Qué hacer? Volvernos conscientes y salir de la inconsciencia y del juego que no nos sirve ni ayuda. Saber que creamos constantemente, a través de la vibración de nuestros pensamientos y observaciones. Si somos conscientes, lo haremos de manera activa para conseguir la vida que queremos vivir; si no lo somos crearemos igualmente por defecto. En este caso habrá muchas cosas que no querremos tener, habrá sufrimiento y empezaremos a culpar a los otros por lo que nos pasa. Sin embargo, no se nos va a ocurrir mirar en nuestro archivo de pensamientos para ver dónde están las raíces o semillas que dieron origen a lo que nos acontece.
¿Dónde estás tú? ¿Estás perdido entre la multitud de pensamientos que están manifestándose sin cesar?
Yo soy la fuerza de la vida y tú también.
